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Perros de servicio y mascotas, ¿cómo interactúo con ellos?

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Este viaje a Chicago fue una experiencia maravillosa. Tuve la oportunidad de ver las dinámicas sociales, personales, con mi mamá y con Web desde otra perspectiva; y de eso quiero hablar hoy. Un aspecto a resaltar de mi viaje, y que me lleva a comparar la cultura de USA y la de Colombia, es el acceso y respeto frente a las condiciones de discapacidad y a los perros de servicio. Para nadie es un secreto que aquí la vida para una persona en condición de discapacidad es complicadísima, y sí que lo he mencionado. Al llegar a USA y ver esos andenes amplios y planos me gustó un montón. Pero esa emoción fue creciendo al ver que todos los sitios públicos tenían un botón para poder abrir la puerta, y que los sitios sin entrada accesible aparente tenían la logística para ayudarte a entrar. Y ¿qué me dicen de los buses públicos que te sacan una rampa (y muy buena) para poder subirte y bajarte? De hecho, cuando hicimos el recorrido con mi mamá y Web, al bajarnos lloré de la emoción de sentir que si...

¿Brújula interna vulnerable?

Otra vez me mareo y coincide con temblores. El 8 de diciembre tembló en la costa noreste de Japón. Con magnitud alrededor de los 7.6 mw y profundidad de 44 km, el temblor coincidió con el inicio de mi periodo de mareo.  El día 10 de diciembre tembló en el departamento de Santander en Colombia. Se sintió en  varios departamentos incluyendo Boyacá, Antioquia, Cundinamarca y Bogotá debido a su profundidad que oscila entre 140 y 157 km. Su magnitud alcanzó los 5.8 mw. Ese día me aumentó full el mareo. ¿Coincidencia? Quien sabe. No es la primera vez que me pasa. A lo largo de mi vida he tenido episodios así, pequeños desajustes internos que coinciden con movimientos grandes del planeta. Mi papá dice que estoy emparentada con las ballenas, porque ellas se encallan cuando cambian los campos electromagnéticos. Yo no me encallo, pero sí me desubico un poquito. Esta vez no llegué a tener vértigo, así que no fui donde el neurólogo a que me exorcizara y me reacomodara el cristal del oído...

Me gusta lavar platos

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Descubrí que me gusta lavar platos, y lo mejor es que ¡lo hago bien! Hace unos años se instauró en mi ser la idea de que no podía hacer aseo. Dejé de ayudar en las tareas de la casa. Además, tuvimos a una señora que trabajaba en la casa y se encargaba de eso.  Hace unos días tocó terminar ese vínculo laboral y construir nuevos acuerdos en la casa. Nos empezamos a dividir las tareas y yo dije que me encargaba de los baños (en DC me encargué yo del baño y Amandine del piso) y de lavar los platos y limpiar la cocina. Adicionalmente me encargó de mi cama y ropa, de hacer el arroz -Alejo me dijo que yo hacía muy buen arroz. Empecé estas nuevas responsabilidades con pensamientos negativos: no lo voy a poder hacer bien, me voy a joder de nuevo el hombro o la rodilla, mi espalda se va a trabar, me voy a caer . Sin embargo, he preguntado qué debo hacer y me he tomado mi tiempo para adaptarlo a mis habilidades.  Ahora, después de almorzar, hago mi tarea sin lio. Me pongo mi música y me ...

Defensa contra las Artes Oscuras

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  «Tal vez todos los muggles necesiten un poco de magia, y todos los magos un poco de realidad». El camino de aceptar y abrazar esta condición no ha sido fácil. Hay mucho que abarcar y poco conocimiento. Es como tratar de atravesar un campo lleno de dementores; de criaturas que succionan de tu alma cada milímetro de vida, te van debilitando y te cambia el ánimo por frustraciones. Cuando comencé este camino me fui quedando en pausa. Perdí mi autonomía ⎯ no podía vivir sin la autorización de mi psicóloga ⎯ , llené mi cabeza de culpas. Me cargué de críticas hacia la sociedad por sus normas y maneras. Me empecé a sentir sola e incomprendida. Recuerdo una vez que viajé a Medellín. Con la actitud de ganadora como la de Cedric Diggory a lo largo del Torneo de los Tres Magos; me fui a caminar por el jardín botánico. Caminé y caminé por caminos de piedras y bosques verdes. Iba ligera y fluía como Hedwig volando. El so...

Primero que todo, somos personas

Todas las mañanas Iris sale antes del sol. Le gusta echarse a rodar por la ciudad mientras ve el amanecer. Siempre va feliz y se recarga para la jornada. Sin embargo, nunca falta la gente que le dice «ven te ayudo angelito» y le empuja su silla -y no necesariamente en la dirección correcta.  Un día, en su rodada, se encontró un letrero que anunciaba La Carrera Incluyente  donde se recorrerán 5km. «Yo quiero. Este es mi momento» se dijo en voz alta. Emocionada se acercó a la mesa de registro.     - ¿Vienes para la carrera de capacidades especiales? -Le dijo el señor mirando su silla de ruedas.- Es de 3km para que no se agoten y llena de personajes y recreacionistas que los animan.     - No gracias. Yo me quiero inscribir en la carrera de 5km con la gente «normal». Mi nombre es Iris y me he preparado para esto toda la vida.     - ¡Mi vida! Se que estas enfermita, no necesitas fingir ni demostrar nada.     - Soy Iris. Soy usuaria de silla d...

123

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Un día salí muy despelotada con la bufanda enredada en la cabeza, la chaqueta en un brazo, la maleta en el otro y los zapatos sin amarrar.  Me monté en el bus 123. Fui la única pasajera en esa parada, dentro ya habían dos personas más. Una iba sentada cerca a la puerta y la otra al fondo en una esquina. Unas paradas más adelante nos bajamos las tres.  Entré a clase de historia y la profesora nos dijo que abrieramos el libro en la página 123. Hablaba del descubrimiento de América.  Primero, un viaje incierto; l uego, el encuentro y el choque; d espués, la conquista y el cambio para siempre. A las 11:23 salí de clases. Fui a la cafetería y compré un café y un sandwich. Pagué y mis vueltos eran $1.230. ¡Qué coincidencia! Mientras comía miré en el computador asuntos de la aplicación para mi pasantía. Llené el formulario y lo envié.  Al llegar a la casa hice tareas, paseé al perro y comí. Mi cabeza daba vueltas sobre estos dígitos que vi todo el día, 1-2-3. ¿Qué quieren d...

Los que esperan conmigo

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Mi vida siempre es igual. Paso los días cambiando de color en la esquina de la calle 106 con carrera 21. Rojo para peatones. Verde para carros. Una rutina que nadie nota. Por mis ojos de luz pasan miles de vehículos cada día. Algunos corren, otros esperan. También pasan bicicletas, muchas con un gran cajón azul atrás. Casi nunca se detienen cuando muestro mi rojo. No sé si no lo ven o si simplemente no me creen. A veces pienso que doy muy poco tiempo para cruzar. Veo cómo la gente corre, empuja, tropieza. Y entre todos ellos, siempre aparece la misma joven: camina despacio, apoyada en un bastón, acompañada por un perro que la guía. Se queda junto a mí, esperando mi señal. A veces me señala también, como si quisiera que los carros me vieran mejor. O tal vez intenta decirme algo. Una tarde la vi lanzarse a la calle con la ayuda de otra mujer que detuvo el tráfico con el cuerpo. Qué peligro, pensé.Y por primera vez en todos mis años de servicio, quise cambiar mis luces por voluntad pro...

Cinco minuticos

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    -Necesito hacer el mercado hoy para aprovechar los descuentos-. Dijo Jaime mientras entraba con el carro a un parqueadero público.  Al entrar vio que todo estaba ocupado. Sin embargo él no se dió por vencido. En el segundo sótano del parqueadero encontró dónde acomodarse. Quedó un poco estrecho, pero justo para bajarse y, con algo de suerte, alguno de los otros carros se habría ido para cuando él volviera con las compras.      -¡Qué espacio tan raro! Tiene colores diferentes en el piso y es bastante estrecho, pero es cerca a la puerta de acceso al mercado.  En efecto, Jaime entró a hacer las compras y, al salir, uno de los carros vecinos se había ido. Se enorgulleció al ver todo el espacio que tenía para manipular sus compras y guardarlas en el carro. Cuando terminó y dio la vuelta para montarse en el puesto del conductor encontró una nota atrapada en el parabrisas. La vió, estaba escrita a mano y decía «te estacionaste en el espacio para caminar....