Mejor afuera que adentro

Algo que me ha costado -casi toda mi vida- es hablar. A veces, me callaba para no incomodar; no decía lo que me molestaba y necesitaba para no llorar; si me defendía lo hacia ofendiendo; al hablar se me lengua la traba.

He trabajado durante años en esta habilidad y, hoy en día lo estoy logrando.  Y no hablo de entrenamiento de dicción o escucha activa y entrevista -aunque eso también sirve. Me refiero a ese trabajo energético y emocional.

Logré empezar a reclamar mis derechos y necesidades, pero lo hacía de forma muy grosera o culpando al otro, entonces me volví a callar. Pude llorar y no trancarlo más, pero aún no sabía hablar. Empecé a decirme las cosas a mi misma; lloraba, reía, criticaba conmigo misma en mi cabeza.

Hace poco la psicóloga me felicitó por poner límites. Eso mostraba que ya había ganado fuercita. Y ¿eso qué? Pues, poner límites se logra hablando y expresando tus opiniones de forma asertiva. 

Si, ya voy logrando comunicar. A veces me cuesta encontrar la mejor manera, pero pido ayuda. Ya me estoy escogiendo a mí y expresando mis opiniones, necesidades y deseos que van acorde a este objetivo de cuidar mi bienestar. 

Me he dado cuenta que la comunicación es crucial. No importa si esto se ve a través de un texto, imagen o dialogo. Es necesario expresarnos y dejarlo ahí afuera. Cuando se queda adentro nos hacemos daño; por lo menos yo sentí que guardarme las cosas me daban más ansiedad, me atoraba (como un nudo en la garganta), y era un peso.