De todo se aprende... aunque no lo querramos

Ayer tuve turno con la señora que me arregla las uñas. Con ella siempre hablo de muchas cosas, pues me escucha, me opina y se siente bien.  Ayer no fue la excepción. No sé de qué estábamos hablando, pero me hizo ver una situación muy fea como un aprendizaje y un granito más en mi crecimiento.

Yo le empecé a contar de un momento en mi vida donde me fui para los sótanos del infierno y la persona que me iba a ayudar a salir me sumergió más. Yo vuelvo a esos momentos y me siento mal por lo que llegué a concluir en mi mente; y hablo de eso con algo de desagrado.

Ella me dijo que una de las cosas positivas de eso era que había aprendido qué no quiero. Retomando un poco sus palabras, aprendí a reconocer las vibras que no le suman a mi bienestar. 

Y eso es muy cierto. No soy una experta en esa materia aún y a veces me equivoco acercándome o alejándome de quienes no son, pero he construido las bases para saber y buscar lo que necesito y quiero, y alejar lo que no combina. 


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