Invalidar-me

Muchas veces actuamos desde la rabia, el miedo o hasta la frustración. Esto me ha llevado a reaccionar de forma irrespetuosa y grosera en los momentos menos oportunos. 

De hecho, hace poco tuve una situación en la que irrespete a mi papá y, tras darme cuenta, le pedí perdón. Me costó decidirme e ir a disculparme. En ese entretiempo pensaba en qué me había hecho sentir y por qué lo que me estaba diciendo me molestó. No pretendo justificarme, simplemente es un ejercicio de reflexión sobre las causas de esta actitud.

Sentí que estaba ignorando el dolor que le compartía y banalizando al darme soluciones que ya me había dicho miles de veces y que ya las ponía en práctica. De la rabia le di la espalda y lo ignoré casi de forma automática.

Y este tipo de sensaciones lo he sentido varias veces. Una frase que me lo genera mucho es «eso le pasa a cualquiera». Como dijo Ryan en Special, yo no soy cualquiera; y, honestamente, me importa un pepino si eso le pasa a cualquiera. En el momento quiero que me escuchen y me contengan.

Esto me lleva a lo otro. Cuando comparto mis sentimientos, creo que lo último que quiero es que me den respuestas/consejos, o convertir todo en unicornios y arcoiris de inmediato. Y creería que hablo por muchos cuando digo ¡escuchemonos! Cada uno tiene sentimientos y experiencias tan válidas que es muy maluco cuando las cortamos y/o le decimos a otros lo que creemos que tiene que hacer, pensar o decir.

También siento que debemos trabajar en comunicar qué queremos y necesitamos del otro. Personalmente, esta tarea se me dificulta bastante, ¿y a tí?