«¡Que no es una mascotica!»
Siguiendo con el tema de los perros de servicio, traigo a colación unas experiencias que da rabia; pero al final, creo que también me llevan a darme una palmadita en la espalda. Y hablo de tres eventos que me sucedieron en sitios públicos donde quise entrar con mi unidad funcional.
El primer evento del que quiero hablar fue en un restaurante. Me iba a sentar en la terraza donde estaban unos amigos, para eso necesitaba pasar por el interior del restaurante (la otra opción eran escaleras y eso no es viable para mí). El gerente (o administrador) abre la puerta y me niega la entrada con mi loco. Mi hermano lo ignoró y me invitó a seguir. Yo entré y le dije al señor «él es un perro de servicio y, por ley, tenemos derecho a entrar a cualquier lugar. Igual vamos a afuera». El señor se quedó pensando un momento y después me dijo «en la capacitación nos enseñaron que no pueden entrar aquí los perros de servicio».
Por qué? ¿Dónde dice eso? Tal vez nos falta algo de cultura para asegurar el derecho de los usuarios de perros de servicio, pero sí está mencionado que la gente con sus ayudas vivas pueden ir a todos los lugares.
La segunda experiencia fue con un centro médico. Yo por respeto preferí ir sin Web y preguntar si lo podía llevar. «No puede traer mascotas acá». Duraron casi todo el tiempo con este argumento, hasta que les entró en la cabeza mi explicación de que no era una mascota. Aceptaron no saber y preguntarle a la jefe. Meses después, aún sin respuesta, el neurólogo tuvo que hablar con la jefe para que me dejaran pasar con Web. Cuando volví a ir, sin el gordo, me dijeron que si lo podía llevar «El perrito es fundamental en tu proceso».
La última y más reciente, fue también en un edificio de consultorios médicos. La doctora, anteriormente, me había dicho que podía ir con mi perro. Yo llegué al edificio y en la entrada me pone problemas el vigilante y la administradora diciendo que no puedo entrar con mascotas. Le expliqué que era perro de servicio y le ofrecí el carnet para mostrarle las leyes que me amparaban. La señora me contestó: «Yo conozco esas leyes, pero solo pueden entrar perros para personas ciegas». Hasta llamó a la doctora a ponerle problemas. Al final pude entrar con la ayuda de la doctora.
De todo esto saco varias cosas. 1) Me he empoderado y soy capaz de poner mis derechos sobre la mesa y exigirlos con argumentos; 2) aún falta mucha conciencia sobre discapacidad y herramientas de ayuda; 3) ¿quién capacita a la gente de vigilancia y recepción? Han creado más barreras en vez de apoyos; 4) hay que tomar acción fuerte para acabar con la ignorancia, ¿quien me quiere acompañar?

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